Íbamos a hacer una carrera. Tenía a J. encima de un tigre.
La llevaba de la mano para que no se caiga, corriendo alado de ella siempre.
Estaban más amigos atrás de nosotros corriendo y gritando. Llegábamos casi al
final de la peatonal cuando salió una mujer reclamándonos y tratando de
agarrarnos. Bajé a J. del tigre, la agarré de la mano y le gritaba que corra,
que no mire atrás y no pregunte nada. La mujer seguía atrás de nosotros y
nuestros otros amigos no estaban a nuestra vista. Veía la calle con niebla,
pero la pude distinguir. Corrí más duro y estaba un camión estacionado. La subí
a J. y yo también me subí y le dije al que iba al volante que arranque. Lo hizo
y dejamos a la mujer atrás gritando. En el trayecto vi un poco de chicos
sentados, los reconocí como mis amigos y les grité que suban al camión. Todos
lo hicieron, pero G. se quedaba. La mujer se dio cuenta y la iba a agarrar, la
alcanzamos primero a G., la subimos al camión y la mujer esta vez se quedó
fuera de nuestra vista.
No sabíamos dónde nos llevaría el camión, pero estábamos
seguros ahí. Conversábamos hasta que nos empezamos a dar cuenta que no pasaban
carros casi. Estábamos como en una carretera y el camino era de tierra. El
carro se movía demasiado como si estuviera en un camino lleno de huecos y nos
sosteníamos fuerte para no caernos. Vimos cómo entramos en un pequeño camino
que alzó bastante tierra. El carro se estacionó.
Vimos muchas banderas en ese lugar. Eran de color amarillo y
verde. Nos quedamos viendo entre todos. Sabíamos que teníamos que bajarnos y
correr, pero salieron las personas que iban adelante, tenían uniforme de
soldados. Era el ejército.
Rodearon la parte de atrás donde nos encontrábamos y
agarraron palos, se veía que no cargaban armas. Nos tenían arrinconados, pero
entre ellos que eran unos cuatro soldados, había un espacio considerable. Me
arriesgué y salí cayéndome del camión. Afortunadamente caí cerca de un palo de
madera grande, lo agarré y esquivé los palazos que me querían dar. Corrí para
adelante, venían persiguiéndome y venían lanzándome sus palos de madera. Veía
borroso a causa de la tierra que se levantaba. Vi dos carros estacionados
adelante.
Era la única salida, corrí hasta el auto y estaba cerrado.
Entré en pánico. Tenía pensado agarrar una roca y romper el vidrio, pero me
hubieran agarrado mucho antes que lo haga. Me viré y estaba una camioneta
parqueada. Le halé la manija y se abrió. Entré y me encerré con seguro. Los
soldados llegaron a golpear el carro para hacerme salir, vi la llave prendida y
arranqué el carro. Me metí a una carretera en donde al meterme, un carro me
pitó muy fuerte.
Me desperté.